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31 de marzo de 2013

Los Órdenes del Amor


" Los Órdenes del amor entre Padres e hijos "
- Texto de Bert Hellinger - Libro: "el Amor del Espíritu" -


Los padres dan a sus hijos aquello que antes tomaron de sus propios padres y aquello que, como pareja, toman el uno del otro. Los hijos, en un primer lugar toman a sus padres como padres, y en un segundo lugar todo aquello que los padres den de más. A cambio los hijos, más tarde, pasan a otros aquello que de sus padres recibieron, sobre todo a sus propios hijos. Quien da puede dar porque antes tomó, y quien toma puede tomar porque  más tarde también dará. Quien estuvo antes, tiene que dar más, porque ya ha tomado más también, y quien llega más tarde aún tiene que tomar más. Pero también él, más tarde, cuando haya tomado lo suficiente, dará a los posteriores. De esta manera, todos, sea dando o tomando, se someten a un mismo orden, siguiendo a una misma ley.
Este orden también es válido para el dar y el tomar entre hermanos: quien estuvo primero tiene que dar al posterior, y quien llega más tarde, tiene que tomar del anterior. Quien da, ya ha tomado antes, y quien toma, más tarde tiene que dar también. Asi, pues, el primer hijo da al segundo y al tercero, el segundo toma del primero y da al tercero, y el tercero toma del primero y del segundo. El hijo mayor da más, y el hijo menor toma más. A cambio, muchas veces el hijo menor suele cuidar a los padres cuando éstos llegan a la vejez.
" Orden y Amor "
El amor llena lo que el orden abarca.
El uno es el agua, el otro el jarro.
El orden recoge,
el amor fluye.
Orden y amor se entrelazan en su actuar.
Igual que una melodía, al sonar, se guía por las
armonías,
así el amor se guía por el orden.
Y al igual que el oído difícilmente se habitúa a las
disonancias,
por mucho que se expliquen,
así nuestra alma difícilmente se hace
a un amor sin orden.
Algunos tratan este orden
como si no fuera más que una opinión,
que pudieran tener o variar a gusto.
En realidad, empero, nos viene dado:
actúa aunque no lo entendamos.
No se idea, se encuentra.
Lo conocemos, igual que el sentido y el alma,
por su efecto.